Coordinadora Residente de las Naciones Unidas en Serbia: Todos podemos actuar para decir #NoAlOdio

El discurso de odio está aumentando en todo el mundo y puede incitar a la violencia, socavar la cohesión social y la tolerancia, y causar daños psicológicos, emocionales y físicos a los afectados. El discurso de odio no solo afecta a los individuos y grupos específicos a los que se dirige, sino a las sociedades en general.
En julio de 2021, la Asamblea General de las Naciones Unidas puso de manifiesto la preocupación global por "la difusión y proliferación exponencial del discurso de odio" en todo el mundo y adoptó una resolución sobre "la promoción del diálogo interreligioso e intercultural y la tolerancia en la lucha contra el discurso de odio". La resolución reconoce la necesidad de contrarrestar la discriminación, la xenofobia y el discurso de odio y pide a todos los actores relevantes, incluidos los Estados, que aumenten sus esfuerzos para hacer frente a este fenómeno, en línea con la legislación internacional de derechos humanos. La resolución proclama el 18 de junio como Día Internacional de la Lucha contra el Discurso de Odio, que se celebrará por primera vez en 2022.
El efecto devastador del odio no es, por desgracia, nada nuevo. Sin embargo, su escala y su impacto se ven amplificados hoy en día por las nuevas tecnologías de la información y la comunicación, incluidas las redes sociales, hasta el punto de que el discurso del odio se ha convertido en uno de los métodos más frecuentes para difundir la retórica y las ideologías divisivas a escala mundial. Si no se controla, el discurso de odio puede incluso perjudicar la paz y el desarrollo, ya que sienta las bases para conflictos y tensiones, violaciones de los derechos humanos a gran escala o el aumento de la discriminación contra determinados grupos. Más recientemente, también hemos visto cómo el discurso de odio en línea dirigido a individuos puede haber conducido a acciones de autolesión extrema, a un aumento de la depresión y al suicidio. Esta es una nueva frontera para nuestra lucha común por los derechos humanos universales.
Las Naciones Unidas definen el discurso de odio como "cualquier tipo de comunicación verbal, escrita o conductual, que ataca o utiliza un lenguaje peyorativo o discriminatorio con referencia a una persona o grupo sobre la base de su religión, etnia, nacionalidad, raza, color, ascendencia, género u otras formas de identidad. A menudo tiene sus raíces en la intolerancia y el odio, y los genera, y, en ciertos contextos, puede ser denigrante y divisivo". Se alimenta de una mezcla de miedo, ignorancia, ira, comportamientos grupales poco saludables, deseo egoísta de beneficio personal y el anonimato que da protección a quien se esconde detrás de una pantalla. Puede tratarse de algo muy casual, como un comentario al pie de un artículo de prensa, una foto o una declaración en las redes sociales, o bien hacer explícitamente un llamado a la acción fuera de línea. Hasta cierto punto, también es un efecto colateral del individualismo extremo y, en algunos contextos, el resultado y la causa del debilitamiento de los procesos democráticos. Hay varios niveles de gravedad en la incitación al odio, que deben ser abordados con diligencia mediante la condena pública, la acción legal y judicial, la información y la educación.
Las Naciones Unidas cuentan con una estrategia global para hacer frente al discurso de odio, que hace hincapié en la necesidad de contrarrestar el odio de forma holística y con pleno respeto a la libertad de opinión y expresión, al tiempo que se trabaja en colaboración con las partes interesadas pertinentes, incluidas las organizaciones de la sociedad civil, los líderes religiosos, los medios de comunicación, las empresas tecnológicas y las plataformas de medios sociales. Tenemos que comprometernos a múltiples niveles: con las fuentes del discurso de odio, los transmisores como las plataformas de medios sociales, los sistemas judicial y legislativo, el sistema educativo. Últimamente, se está haciendo un esfuerzo especial para garantizar que las plataformas de redes sociales rindan cuentas del impacto de sus estrategias, sean mucho más diligentes para proteger a sus usuarios y no se utilicen para incitar a la violencia fuera de línea contra personas y grupos específicos, como ocurrió en 2017 con la plataforma de Facebook utilizada para fomentar la violencia contra la minoría étnica rohingyas. Esto forma parte de un esfuerzo más amplio de las Naciones Unidas para garantizar que los productos, las políticas, las prácticas y las condiciones de servicio de la tecnología cumplan con los principios de los derechos humanos y frenen la rápida difusión de información errónea.
En Serbia, el lenguaje y los mensajes sensacionalistas, llenos de odio, discriminatorios e intolerantes son habituales en los medios de comunicación, entre los líderes políticos, los famosos, los espectadores de eventos deportivos y los usuarios de las redes sociales. Estos comentarios y mensajes se dirigen a múltiples grupos y personas, como inmigrantes, miembros de la comunidad LGBT, mujeres, activistas o personas con una determinada afiliación política, profesión o situación económica. El año 2021 estuvo marcado por un clima en el que segmentos de la sociedad civil recibieron amenazas o sufrieron ataques públicos y se sintieron inseguros y no reconocidos. También hemos asistido a un aumento constante de la retórica divisoria relacionada con el nacionalismo extremo, los conflictos del pasado o la negación de la responsabilidad individual de los autores condenados de actos violentos en los Balcanes Occidentales. En Serbia, la constitución, la ley antidiscriminación y el derecho penal abordan en gran medida estas situaciones, pero aún no se aplican plenamente.
El diálogo, la solidaridad, la educación cívica, la mediación y el fortalecimiento del concepto de bien común y de futuro común, son los remedios al discurso de odio, más allá de los necesarios mecanismos éticos y judiciales que deben existir para sancionar los casos más graves de discurso de odio. El diálogo consiste en acordar objetivos comunes y al mismo tiempo comprender, apreciar y sacar partido de la diversidad y la diferencia de opiniones y perspectivas. Debemos aumentar, ampliar y reformular los diálogos como elemento clave para construir la confianza. Los discursos de odio, las narrativas divisorias y los ataques personales, especialmente en la esfera pública, como los medios de comunicación tradicionales, las redes sociales o los parlamentos nacionales, pueden alejar al país de la perspectiva de un contrato social sólido y emancipador, muy necesario para encaminar a la nación hacia un futuro transformador. El odio nos carcome, no nos hace sentir bien, rompe familias y amistades, crea enemigos, crea pena y dolor extremo.
Todos tenemos el deber moral, político y jurídico de pronunciarnos con firmeza contra los discursos de odio y promover la confianza, la reconciliación, el diálogo, los compromisos, la solidaridad y, en definitiva, el amor. Este primer Día Internacional contra el Discurso de Odio es un llamamiento a la acción, para defender los valores y principios que constituyen el núcleo de la Carta de las Naciones Unidas. Como dijo el Secretario General de las Naciones Unidas, Antonio Guterres, "volvamos a comprometernos a hacer todo lo que esté en nuestras manos para prevenir y poner fin a los discursos de odio, promoviendo el respeto a la diversidad y la inclusión".
Este artículo fue escrito con motivo del Día Internacional contra el Discurso de Odio por Francoise Jacob, Coordinadora Residente de las Naciones Unidas en Serbia. Se publicó por primera vez en Politika, un periódico serbio. Agradecemos a nuestros colegas del equipo de las Naciones Unidas en el país por el material y la información facilitados. Para saber más sobre el trabajo de las Naciones Unidas allí, visite Serbia.UN.org.
















