Reconstruir un futuro para los desplazados de Burkina Faso
“Esta fue mi primera misión sobre el terreno en Burkina Faso, y visité Kaya, a unos 100 kilómetros al noreste de la capital, Uagadugú; Dori, que es la capital de la región del Sahel, en la frontera con Níger y Malí; y Djibo, un pueblo del norte del país.
Todas las personas que conocimos se hacían las mismas preguntas: ¿podemos conseguir trabajo? ¿Podemos recuperar nuestra dignidad y volver a nuestra vida normal? ¿Podemos convertirnos en los artífices de nuestro futuro? ¿Pueden ayudarnos a volver a una vida normal?
Dar a las mujeres y a los jóvenes un puesto en la mesa
Las mujeres constituyen la mitad de la población y más de tres cuartas partes de los habitantes del país tienen menos de 35 años. Sin embargo, están notablemente ausentes de los procesos de toma de decisiones.
Yo me propuse hablar con las mujeres, y les pregunté si podían ayudar a resolver los problemas de larga data y a detener la violencia. “Sí, es cierto”, dijeron. “Si les decimos a nuestros maridos, a nuestros hijos, a nuestros hermanos, que dejen de pelear, que paren la violencia, ellos nos van a escuchar, y tenemos que encontrar un espacio para que eso ocurra, para que tengamos un asiento en la mesa”.
Mi segunda pregunta fue: ‘¿Qué puedo hacer? ¿Qué podemos hacer como Naciones Unidas para ayudarles?’. Respondieron que querían encontrar sus propias soluciones, pero pidieron ayuda para educar a los hombres y cambiar algunas de las formas tradicionales y culturalmente aceptadas de hacer las cosas.
Contribuir a las soluciones, no hacer daño
Durante la crisis, los servicios educativos y sanitarios han sido especialmente vulnerables a la actividad de grupos violentos, ajenos a las fuerzas estatales, y muchos han cerrado, lo que ha agravado la situación.
Pero yo he visto que la ONU y nuestros asociados están teniendo un efecto positivo, desde la distribución de alimentos hasta las actividades extraescolares, el apoyo psicosocial, los centros de nutrición y los centros de salud.
Nuestra estrella guía debe ser asegurar que contribuimos a las soluciones y no hacemos daño. No podemos ver a las comunidades vulnerables sólo como víctimas, sino también como actores implicados en la búsqueda de una solución a los problemas humanitarios.
Nosotros tenemos que escucharlos y hacer llegar sus voces a todo el espectro de debates. Y tenemos que ser la voz de los que no tienen voz, de forma constructiva.
Hay esperanza
Mi mensaje para la gente de fuera de Burkina Faso, incluidos los donantes y los asociados para el desarrollo, es que hay esperanza, a pesar de todas las cosas terribles que están sucediendo, y creo que tenemos la responsabilidad colectiva de asegurarnos de que esta esperanza no se desvanezca.
Tenemos que estar preparados para algunos contratiempos. Es probable que ocurran, teniendo en cuenta la situación, pero esto no debe disuadirnos de seguir centrándonos en la gente, tratando de llevarla al primer plano de las discusiones, apoyando al Estado en lo que está haciendo y asegurando que todos los niveles de los sistemas comunitarios tradicionales estén involucrados.
Yo creo que tengo mucha suerte de estar en este puesto. No es un trabajo fácil, pero es un trabajo que me encanta porque veo todo el espectro del trabajo que hace la ONU, y cómo se puede utilizar mejor el sistema para servir a las personas necesitadas”.
Escrito por Barbara Manzi, Coordinadora Residente y Humanitaria en Burkina Faso. Artículo publicado originalmente en inglés en Noticias ONU.